Premi Coca-Cola per a Judit Martín

ENHORABONA, JUDIT!!!
 Judit Martín Silvestre, guardonada amb el segon premi de Jóvenes Escritores Talentos de Catalunya, 3 de març de 2017, Portaventura.

 

A continuació podeu llegir la redacció amb la que va aconseguir el premi:

 

Era su última oportunidad para descubrirlo. Hacía ya cuatro semanas que Edgar y yo habíamos engendrado con amor nuestro hijo. No sabía cómo decírselo a mis padres, solo tenía dieciséis años.

Aún me acuerdo del primer beso que me di con él, en la fiesta de cumpleaños de un compañero de clase, cuando solo teníamos cinco años. Desde muy pequeños planeábamos una vida juntos, llena de amor y de pasión.

La adolescencia fue la etapa más bonita de mi vida, pero a la vez la más dura. El amor nos dominaba y nos creíamos capaces de conseguir lo que fuese.

Volvía a casa pisando los charcos que la lluvia de marzo había dejado. Al llegar le diría a mi padre que pronto le haría abuelo. Mi ansiedad estaba por los aires. Por mis auriculares sonaba el “I don’t believe” del gran John Lennon, aunque el corazón de mi hijo sonaba con más fuerza, tanto mis latidos como los suyos palpitaban en harmonía.

Por suerte o por desgracia llegué a casa.

—Papá, he de decirte algo—inspiré y expiré fuerte—Estoy embarazada.

El silencio se aposentó en el comedor de mi casa. La expresión de mi padre cambió de repente.

Y él decidió por Edgar y por mí. Decidió separarnos. Alejarnos, y a la vez hizo desaparecer a nuestro inocente hijo.

No pude soportar aquel dolor interno que me invadía. Las noches se convirtieron en balsas de lágrimas saladas que se deslizaban por mi cara y empapaban mis mejillas. Las noches me arropaban con una sensación de ahogo a la cual no pude sobrevivir. Me quería morir.

Por mis auriculares sonaba el “Sweet Child O’ Mine” de Guns ‘N’ Roses en el momento en que me disponía a saltar de un quinto piso, buscando el fin de esas noches en vela pensando en el rostro de Edgar, el mismo que no volvería a ver jamás e imaginando el rostro de mi hijo, el mismo que nunca vi. Salté.

“Where do we go?, where do we go now?” fue la última frase que se reprodujo en mi teléfono. El impacto contra el suelo fue muy fuerte. Recuerdo mi cuerpo hecho trozos y desencajado, mi cráneo roto, el suelo de la calle decorado con el estampado de mi sangre. Los gritos y los llantos resonaban en la ciudad.

Ya han pasado más de doscientos años y ahora tengo otra vida, otro tiempo y otro cuerpo.  Deseo reencontrarme con Edgar en esta vida y recuperar nuestro amor y nuestro hijo. ¿Quién sabe? Tal vez me harán falta más reencarnaciones para dar con él. O quizá está más cerca de lo que creo…